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Jairo Otero, ADN de fútbol

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El 11 de diciembre de 1993 llegó al mundo Jairo Otero, en el seno de una familia futbolera donde el camino parecía estar trazado y a esa expectativa ha vivido disfrutando cada paso. La Raza Atlética ha contado con su presencia en los últimos años y se ha convertido en una pieza importante del engranaje nacional.

 

 

“Si no era fútbol, ¿qué más podría ser?”

 

En Puerto La Cruz vivía la familia en el momento de su nacimiento pero no pasó mucho tiempo hasta que se reubicaron en El Tigre, allí en la Escuela de Fútbol PDVSA San Tomé, inició la carrera de Jairo: “Junto a ‘El Chango’ Cárdenas que es como mi papá, allí comencé a dar mis pasos en esta vida del fútbol”. Durante el año y medio que permaneció allí, no tuvo una posición fija en la cancha: “Podría decirse que era un poco desordenado porque era mayormente entrenamientos. Ahí repotencié un poco lo que me hacía falta”.  

 

La influencia del deporte rey en su entorno ha sido sumamente importante para su carrera: “Viene de mi hermano, mi papá, mis tíos que son colombianos, ‘El Chango’. Creo que nuestra familia siempre fue futbolera y si no era fútbol, ¿qué más podría ser?”. Sin embargo, en ningún momento fue una obligación, desde su infancia supo que a esto se dedicaría: “Me gustaba desde muy pequeño, me llamó la atención. Terminé de establecerme con el fútbol a los 14 años y ahí comenzó todo”.

 

Su apellido es sinónimo de fútbol y en parte es debido a la exitosa carrera de su hermano, el internacional Vinotinto Rómulo Otero, con quien tiene gran afinidad a pesar de la distancia física: “No nos criamos juntos; nos veíamos en diciembre y vacaciones, apenas dos meses del año. Cuando yo me mudé al Tigre, él ya había llegado a Caracas FC y siempre nos mantuvimos unidos y con ganas de estar juntos día a día”, explica añadiendo que tienen una muy buena relación.

 

El amor fraternal es tal, que el primogénito de Jairo lleva el nombre de su hermano: “Rómulo es un ídolo, somos muy apegados pero más que mi hermano, lo veo como un ídolo. Es una persona que se superó a pesar de lo que le pasó, futbolísticamente y como persona. Con él todo es bueno. Nombré a mi hijo como él porque así lo sentí”, dice con orgullo.

 

 

“En Caracas, la profesionalización”

 

Guiado por los pasos de su hermano mayor y su sueño de convertirse en futbolista profesional, Jairo llegó a Caracas hace siete años: “En 2010-2011 salí de El Tigre y llegué a Caracas FC donde él ya estaba en la Segunda División. Probé y quedé en su equipo Sub 18, estuve allí dos años; Sub 18 y Sub 20”.

 

De allí saltó al Atlético Venezuela y comenzó en la categoría Sub 20. La llegada fue en un buen momento; el equipo estuvo a un paso de lograr el campeonato ese año: “Llegué a la Sub 20 del Atlético cuando fuimos Subcampeones; llegué junto a (Alexander) Molina, (José Antonio) Iré y (Andrés) Maldonado”. La temporada no fue perfecta; aunque su actuación no fue la mejor en el Apertura, el equipo se engranó para el Clausura y lograron una seguidilla de victorias: “Estuvimos como un año sin perder en la UCAB que era nuestra sede en ese momento. Llegamos a la final y lamentablemente la perdimos contra Zamora, ese año firmé con Primera División y aquí estoy”.

 

Jairo Otero se ha convertido en una figura del equipo nacional; pues ha recorrido tres de las categorías de la institución: “El tiempo, el trabajo y la constancia me han dado eso, venir aquí cada día y dar lo mejor de mí.  Agradezco a Atlético Venezuela por lo que me han dado, ser quien soy se lo debo a ellos. Vengo trabajando bien y aportando un poco para que las cosas salgan bien, para que todo siga adelante y siga creciendo”, asegura con ilusión.

 

Su carrera, como todas, ha tenido puntos altos y momentos tristes. Hay dos especialmente memorables: “Mi mejor momento en el fútbol fue la final Sub 20 en el 1-0. Comenzamos aquí ganando en el Brígido Iriarte y el gol lo hice yo. Muy cerca fue mi peor momento porque unos días después fuimos a Barinas y perdimos 4-0”, admite con pena.

 

 

Papá, hermano, hijo

 

Cada gol que anota tiene una dedicatoria especial: “Ahora con el nacimiento de mi hijo, todos los goles son para él pero siempre he dedicado mis goles a mi hermano y mi papá que está en el cielo”. De la paternidad también tiene mucho qué decir: “He cambiado muchísimo desde que soy papá. Es una experiencia muy bonita que le agradezco a Dios primeramente porque la estoy viviendo, por darme un hijo lleno de salud y por permitirme verlo crecer día a día. Jamás pensé que algo tan pequeño te pudiera cambiar la vida de un momento a otro”.

 

Su pequeña familia se está gestando desde hace tres años junto a Scarlet Rivero, la mamá del pequeño Rómulo: “Con ella quiero estar y tenemos una bonita relación. Desde el nacimiento de nuestro hijo se fortaleció nuestra relación y seguimos adelante y creciendo”, comentó con alegría.

 

Aún es muy pronto para saber a qué se dedicará su primogénito pero Jairo asegura que el fútbol siempre estará de por medio. Sabe que él aceptará lo que decida hacer su pequeño, aunque él 7 atlético no conciba su propia vida sin el fútbol, que considera un estilo de vida.

 

Para Jairo la unión de los seres queridos a pesar de la distancia es muy importante. Su mamá, Aramis Vásquez, vive en Puerto La Cruz y cada vez que puede lo acompaña en sus partidos. Con su hermano, en Brasil, también se mantiene en contacto constantemente: “Soy una persona muy apegada a su familia pero todos somos futboleros y entendemos que tenemos que estar distantes”, aseguró.

 

 

Su sueño profesional es jugar en la Selección Nacional con su hermano, a quien también nombra cuando le preguntan por un futbolista que admire. Aparte de Rómulo, se inspira en Adriano, el delantero brasilero: “Es rápido, potente, zurdo. Creo que veo algo de mí en él. Lo veo y trato de copiar algunas de sus cosas”.

 

El tiempo libre que le permite su itinerario de entrenamientos, concentraciones y partidos lo usa para compartir con su hijo: “Trato de estar con él todo lo que pueda para no perderme nada”. Al pequeño se suele encontrar en la tribuna acompañado de su mamá, viendo los partidos de su padre.

 

Para distraerse, cualquier película le sirve. Y si habla de música, aunque le gusta bailar reguetón, salsa y merengue, prefiere escuchar reggae; un género que también disfrutan sus padres y que asegura Jairo, “es liviana y te relaja”. Por último, comenta que prefiere la pasta cuatro quesos  pero no es quisquilloso con la comida: “aquí comparto con Dimas y como no sabemos cocinar, comemos en restaurantes y disfrutamos a veces hamburguesas o comida china”.

 

Jairo Otero es una de las joyas de la Raza Atlética, ha formado parte de la institución los últimos cinco años y también es ahora parte del Top 5 de goleadores históricos del Atlético Venezuela con 11 tantos anotados.

 

 

Jhonny Barreto, agradecido con el fútbol

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Son 48 años de vida, de los cuales casi 40 han estado dedicados al deporte rey. Jhonny Barreto, caraqueño, salsero y enamorado de la playa, es un hombre callado y trabajador. En cualquier momento del día se le puede encontrar en una cancha de fútbol, profesional o escolar, siempre concentrado en una labor que incluso en los días más duros, no le impide saludar amablemente a todos aquellos con quienes se cruza.

 

 

 

Una posición de mucha responsabilidad

 

Un 29 de abril en la Maternidad Concepción Palacios, Ruth Cantillo lo trajo al mundo y es ella a la primera que nombra cuando agradece lo que es hoy en día. Jhonny descubrió su pasión por el fútbol en el Centro Juvenil Don Bosco cuando tenía diez años de edad: “Todas las tardes iba a ese sitio y me gustó mucho, una tarde pedí permiso para entrenar y me dejaron”, aunque empezó como lateral derecho, confiesa que no lo disfrutó demasiado; “Más adelante me llamó más la atención ser arquero. Hasta el final de mi carrera me gustó y me sigue gustando”.

 

De manera coloquial explica el compromiso que requiere su función: “Es una posición bastante complicada y de mucha responsabilidad porque detrás del portero solo está la malla. Si el portero se equivoca, es gol y ahí no hay nada qué hacer pero cuando juegan los defensas, los medios o los delanteros, siempre hay alguien que hace el quite, como quien dice”.

 

Freddy Romero y Hernán Díaz fueron sus primeros entrenadores en el centro juvenil, donde también practicaba el equipo Central Madeirense, dirigido por Manuel Plasencia: “Él y su asistente Franklin llegaban temprano y veían nuestros entrenamientos, un día se me acercaron y me preguntaron si estaba interesado en jugar con ellos en Primera División”, así con apenas 16 años empezó su andar profesional cuando el equipo disputaba el Torneo Ibérico: “Me pidieron que fuera a entrenar con ellos los martes y jueves en la noche, ahí fui integrándome más responsablemente con el fútbol”.

 

El salto al equipo grande no demoró pues apenas dos años después Plasencia tomó las riendas del Caracas FC y llevó a Jhonny con él: “Estuve 12 años jugando ahí. La experiencia fue muy buena, la mejor de mi carrera”. Definir la importancia de la institución en su vida no le cuesta, fácilmente dice: “A Dios, a mi mamá y al Caracas le debo todo lo que tengo en el fútbol”.

 

Situaciones extra-futbolísticas propiciaron su salida del equipo rojo y después de una corta pasantía en Trujillanos FC de la mano de Rafa Santana, decidió culminar su carrera como jugador en el año 2000.

 

De su etapa en el equipo capitalino guarda gratos recuerdos, en especial su primera participación internacional: “Cuando quedamos campeones la primera vez y fuimos a la Copa Libertadores. En ese momento lo vi como lo que más disfruta un futbolista, jugar Libertadores”. Con el Caracas FC fue parte de la delegación en cuatro ediciones de la máxima competencia de torneos en América Latina, y una Copa Merconorte, ahora conocida como Copa Sudamericana.

 

 

 

Cambiaron las funciones

 

“Fue bastante difícil. Todo lo que uno recibe del fútbol es muy difícil tenerlo después de que uno sale”, explica el ‘profe’ sobre su proceso de adaptación a la vida después del retiro profesional. Sin embargo, reconoce y agradece que “Siempre hay gente de fútbol que te tiende la mano”, ya que fue por el estratega Alberto Fros que consiguió su siguiente contrato, esta vez como entrenador de fútbol menor en el Club Hebraica, institución en la que estuvo casi tres años.

 

Las oportunidades siguieron llegando y Daniel De Oliveira lo invitó a formar parte del grupo de instructores del Colegio Jefferson, donde ha trabajado por 14 años: “Empecé como entrenador de una categoría, y luego fui alternando entre llevar una categoría y ser entrenador de porteros, ahora soy coordinador de entrenadores y también entreno a los porteros”, comenta.

 

Su regreso al fútbol profesional no se hizo esperar, aunque esta vez las funciones serían diferentes; ya no tendría la responsabilidad de evitar los goles del equipo contrario sino que sería el encargado de guiar a los arqueros en su misión. Otro cambio no menor es que ahora vestiría de amarillo y negro: “Cuando traen al Táchira a Caracas nuevamente apareció Manuel Plasencia, me preguntó si estaba interesado en trabajar con ellos, los porteros eran Leo Morales y “Arepita” (Geancarlos Martínez). Le dije que sí”.

 

La experiencia le abrió las puertas a un mundo nuevo para el que, sin saberlo, había pasado varios años preparándose. “Allí empecé a empaparme en el trabajo como preparador de porteros, como fui uno y sabía cómo era, lo que debía hacer era leer, comprar libros, ver videos y así fui adaptándome la situación que hasta ahora he aprendido y he aprovechado”.

 

Cuando el Deportivo Táchira dejó la capital del país (estuvo en Caracas por las refacciones del estadio Pueblo Nuevo), Jhonny empezó a trabajar con el equipo del Centro Ítalo, que era entrenado por Alessandro Corridore y asistido por Alberto Fros quien lo invitó al cuerpo técnico. “El equipo ascendió a Primera División, trabajé con ellos hasta que lo vendieron. Nunca dejé el colegio. Siempre que le des responsabilidad a los dos trabajos, se puede mantener”. Luego, de nuevo llamado por Manuel Plasencia, estuvo trabajando en el Petare FC por dos años. También tiene en su haber un par de pasantías Vinotinto con la Selección de mayores y el grupo Sub 17.

 

 

 

A la #RazaAtlética

 

En su trabajo como instructor escolar compartía con Jair Díaz, el coordinador del Colegio Jefferson, quien además formaba parte del grupo técnico del Atlético Venezuela y lo invitó a formar parte de esta familia. Desde la pretemporada del Torneo Adecuación, Jhonny Barreto ha sido el preparador de porteros del equipo nacional; “He estado aquí desde hace dos años gracias a él (Díaz) y al entrenador Nerio Hernández”.

 

Califica como “muy buena” su experiencia con la Raza Atlética: “Atlético es uno de los pocos equipos tan organizados en cuanto a logística, cancha, hoteles, en el pago que es importante para todos, en apostar a los jóvenes”. Sus aspiraciones para la institución no se quedan cortas pues su pasado le permite conocer metas realizables: “Dios le dé mucha vida al dueño y a toda la organización para que sea lo que logró ser CFC, que Atlético Venezuela logre llevar tanta gente al estadio como lo hicieron ellos”.

 

El buen andar del arco nacional, con actuaciones aplaudidas como las del joven Jesús Briceño esta temporada, dan cuenta de una labor exitosa por parte del ‘profe’ Barreto, quien asegura disfrutar lo que hace: “Como entrenador disfruto la enseñanza que les doy a los muchachos que están comenzando, a veces me veo en ellos. Me siento muy complacido de ayudar a que sean cada vez mejor, no por mí sino por ellos. Yo le doy los consejos y ellos lo ponen en marcha”.

 

La instrucción a la nueva generación no pasa solo por compartir conocimientos tácticos, Jhonny les señala constantemente la importancia de valorar las oportunidades que reciben: “Ojalá estos muchachos aprovechen lo que les da el club, sobre todo los jugadores jóvenes. Desearía que en mi época hubiese habido entrenadores de porteros, creo que esta juventud de arqueros que hay ahorita deberían aprovechar eso porque ayuda muchísimo”, completa.

 

 

 

“Lo mío es la playa”

 

Una mirada a su vida personal nos permite conocer que desde hace 28 años convive con su pareja, Ligia Margarita, quien se desempeña como fisioterapeuta y es la madre de sus dos hijos; Bianca Natacha de 22 años, recientemente graduada como enfermera, y Jhonny Andrés de 16, estudiante de bachillerato.

 

Con su familia pasa el tiempo libre, que aprecia porque es escaso debido a los compromisos laborales de él y su esposa: “Trato de disfrutar el tiempo que tenemos juntos, salir una o dos veces al mes a comer nosotros cuatro”. En la gastronomía no es exigente: “En la casa me gusta comer carne y en la playa, pescado”.

 

Para nombrar su lugar favorito no duda un instante: “Disfruto y descanso en la playa. Mi esposa a veces dice por ejemplo que vayamos a Mérida y yo lo que quiero es playa. Es lo mío”. Y en la música también están claros los intereses, la salsa “de antes”, aclara, y el New Wave son los géneros predilectos, un gusto que también comparte con su señora.

 

Jhonny Barreto es un hombre de ideas claras, con prioridades establecidas y un gran sentido de pertenencia, sus arqueros admirados son Cesar “Guacharaca” Baena y Daniel Nikolac y si le preguntan si es fanático de algún equipo, así explicará que se identifica con el Atlético Venezuela: “Yo soy muy nacionalista. Creo que tenemos que querer lo nuestro primero y después lo demás. Uno tiene que estar con quien está”.

 

 

Yangel Herrera, sinónimo de trabajo

 

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En Yangel Herrera juventud no significa inexperiencia, con apenas 18 años de edad ha demostrado talento y tesón para abrirse paso en el atestado mundo del fútbol. Desde el inicio de su carrera en una escuela de Maturín hasta debutar en la Selección Nacional absoluta, no ha parado el trabajo ni el esfuerzo que todos quienes lo rodean siempre destacan.

 

Del béisbol al fútbol

 

Su carta de presentación habla de la importancia de su familia, Yangel es la unión de Yasmely y Ángel, sus padres que aunque separados desde hace varios años se mantienen en contacto para apoyarlo en lo que necesite. Nació el 7 de enero de 1998 en La Guaira donde hizo del béisbol el pasatiempo de su infancia. A los diez años se mudó con su madre al pueblo Aragua de Maturín en Monagas; “Es un pueblo muy futbolero; se vive el fútbol de otra manera allá. Muchos buenos jugadores han salido de allí como Renzo Zambrano que está jugando en el Valladolid y Soleidy Rangel que juega fútbol femenino también es de ese pueblo”, explica.

 

Empezó a entrenar en el fútbol porque era lo que hacían sus primos, “Llegué un poco perdido porque en La Guaira lo que practicaba era béisbol y no me gustaba. Fui mejorando poco a poco mi técnica porque al principio no coordinaba mucho los movimientos”, recuerda al tiempo que asegura que en sus inicios jugaba como delantero pero “poco a poco fui desenvolviéndome como volante por fuera y también volante cinco”.

 

La escuela Unión Atlético Piar fue testigo de los primeros contactos de Yangel con el balón, luego formó parte de la selección estadal de Monagas al clasificar en un try out y su participación en los juegos nacionales en los que quedaron campeones, le otorgó la invitación de la Escuela Mejía a la que se unió y donde empezó su actuación en torneos interregionales.

 

 

Me fueron conociendo a nivel de estado y creo recordar que a los 15 años me fui al Monagas a jugar Serie Nacional Sub 18 y empecé a entrenar con el equipo de Segunda División. Con los 16 años recién cumplidos pude debutar en la Segunda División con el Monagas Sport Club”. Su desempeño en el equipo alcanzó los dos años y un logro memorable, el ascenso a la categoría de oro del fútbol venezolano: “Estuve jugando un año en Segunda; un torneo que no clasificamos y luego en el que clasificamos a Primera División. Fue un año donde hubo dos ascensos; en el segundo logramos subir”.

 

De su paso por Monagas no solo atesora el logro en el palmarés “subir el equipo de esa manera creo que fue una de las cosas más bonitas que he logrado en mi carrera”, sino además el apoyo de la gente que sigue viviendo de cerca cada paso que da: “Pude hacer un buen torneo y en la final le pude marcar dos goles a JBL Zulia y lograr el ascenso con un gran ambiente en el Comanche Bottini, a eso se debe ese cariño. Todavía me escriben y me dan buenos consejos. Son un apoyo incondicional”.

 

La Raza Atlética y el sueño Vinotinto

 

Una vez cumplido el encargo en Maturín, decidió buscar un equipo con mayor estabilidad en la Primera División: “Había varias ofertas y mi representante y yo tomamos la decisión de venir aquí al Atlético Venezuela y gracias a Dios me ha ido de una buena manera acá”. En el equipo nacional, disputó en el pasado semestre 15 partidos por el Clausura, de los cuales fue titular en 14, marcando dos goles en 1.244 minutos en cancha, en tanto que por Copa Venezuela jugó tres partidos (todos como titular), acumulando 239 minutos.

 

Ser miembro de la Selección Nacional parece haber estado escrito en el destino del Yangel Herrera, sin embargo la constancia y el esfuerzo han sido acompañantes claves de un talento innegable. Desde su infancia participó en la Vinotinto y abrió la puerta de su trabajo como representante de la bandera nacional en distintas categorías: “Luego hacen un mundialito en Caracas con la Liga Premier, una selección que tenía Rafa Santana y llego a los últimos módulos de esa selección y quedé entre los que iban a jugar el mundialito”, a este logro le atribuye algo de suerte pues el equipo estaba trabajando desde hacía varios meses y él llegó en la última semana de la concentración.

 

Su primer partido en ese equipo jugó como central, dos partidos más tarde ya portaba la cinta de capitán. La evolución fue veloz: “Previo a ese mundialito había una base que era la Selección Sub 15 Vinotinto y ahí fui a los módulos, entrenando fuerte y ganándome el puesto; primero en la Sub 15 y luego siguiendo el ciclo con la Sub 17 con el mismo técnico que era Ceferino Bencomo, y ya ahí en esos suramericanos que participé me fue bien con él”, asegura.

 

Como es natural por su desempeño, su camino siguió con la Selección Sub 20 de la mano de Rafael Dudamel: “Fue un ciclo que empezamos desde hace un poco más de un año. Dudaba cuando iba a salir la convocatoria del primer módulo del ciclo Sub 20, era otro entrenador y las bases eran 97 y son tomados en cuenta pocos 98. Gracias a Dios pude salir ahí y empezar a trabajar y ganarme la confianza del técnico al pasar de los módulos”.

 

 

Sobre ese grupo del que ha formado parte y los retos que tienen planteados a corto plazo, se siente a gusto y afirma: “Tenemos una gran selección con gran talento, hay muchos jugadores que se desenvuelven en la Primera del fútbol nacional y creo que vamos a hacer un buen papel en el Suramericano”, competición que se jugará a partir del venidero mes de enero.

 

Cuando piensa en los recuerdos más preciados de su carrera, cronológicamente asegura que lo marcó el ascenso con Monagas SC pero recientemente se sumó un momento que permanecerá por siempre en su memoria: el debut de manera oficial con la Selección Nacional absoluta el 11 de octubre en el partido de eliminatorias ante Brasil. “Estoy muy contento y muy alegre por este momento que estoy viviendo, de formar parte de la selección absoluta, es algo que había soñado. El simple hecho de ver esos jugadores años atrás por la televisión y ahora compartir con ellos”, dentro de los cuales destaca a Tomás Rincón, un futbolista que admira y a quien considera un ejemplo a seguir.

 

Yangel sabe que los éxitos no llegan por casualidad: “Yo creo que son muchas cosas bonitas que me están pasando, todo eso es debido al trabajo, el esfuerzo y la constancia que uno tiene en la vida. Creo que he pasado muchas cosas fuertes, he tenido mucho sacrificio, como andar viajando solo desde los 14 o 15 años. Creo que son muchos los sacrificios para lograr las cosas y gracias a Dios me las está retribuyendo de la misma manera”.

 

Los valores, los sueños y el día a día

 

Para el jugador, la familia es siempre titular: “Creo que ellos se han esforzado mucho al igual que yo para lograr lo que estoy logrando. La persona que soy hoy en día todo se lo debo a ellos porque supieron criarme de una buena manera; me enseñaron bien claros los valores, el respeto que hay que tener en la vida”. En ese equipo también juegan Ángel, Mariangel, Miguel y Angelly, sus hermanos.

 

Antes de cada partido se encomienda a Dios, pues lo considera su fortaleza y su guía. Además hay alguien que aunque ya no lo acompaña físicamente, siempre está presente: “Le dedico todos mis partidos a mi compañero que considero como un hermano que está en el cielo, se llama César Maita, él conmigo era una persona muy alegre y lamentablemente falleció en un accidente”.

 

Su tiempo libre es limitado, razón por la que valora su descanso: “Trato de descansar el mayor tiempo posible, he tenido dos años que no tengo unas vacaciones; tengo solo unos días libres y luego retomar los entrenos, viajar, entrenar, jugar con la selección, venir al club. El poco tiempo que tengo fuera de las canchas trato de descansar y cuidarme mucho para poder rendir dentro de la cancha”.

 

 

La dedicación que lo caracteriza le permite anhelar con confianza las metas en el futuro próximo: “Mi sueño a corto plazo dentro del fútbol es seguir teniendo la mayor cantidad de minutos, consolidarme en la selección absoluta y salir al extranjero a un equipo élite”, asegura sin titubear el muchacho que además de talento en la cancha, responde las entrevistas con gran elocuencia.

 

En el fútbol internacional destaca al español Sergio Busquets y al francés Paul Pogba, en una larga lista de jugadores que admira. Afirma que le gusta su manera de jugar y cree que verlos hace que pueda mejorar su propia calidad de juego.

 

Para él, la mejor manera de sobrellevar los momentos tristes que pueden presentarse en el camino es estar con su familia o su novia: “Cuando no estoy con ellos, pienso en las cosas positivas y esas cosas son las que me hacen sacar las derrotas adelante”. Si no hubiese sido futbolista, habría estudiado ingeniería mecánica, comenta el jugador que asegura no tener una comida favorita y quien acompaña sus días con reguetón, tecnohouse y salsa.

 

Si Yangel Herrera hoy tuviese la oportunidad de hablar con el Yangel Herrera de diez años de edad, le daría un mensaje que puede ser tomado por todos quienes busquen una fórmula para acercarse al éxito: “Le diría que antes de ser futbolista tiene que ser una buena persona, con mucho respeto y muchos valores. Rodearse de buenas personas que vayan por el mismo camino que tú, que te ayuden cada día también, que te aconsejen y te apoyen en todo momento y que el esfuerzo y la lucha diaria te dan recompensa”.

 

 

Luis Martínez no olvida de dónde viene

 

 

“Agradecido” y “afortunado” son dos adjetivos que repite el mediocampista cuando describe su vida, esa que empezó el 7 de septiembre de 1984 en Medellín, Colombia y que pocos años después lo ubicó en la popular urbanización de Vista Alegre de Caracas, donde casi por casualidad el fútbol tomó el timón.

 

Una ilusión

 

“En Colombia se vive el fútbol de una manera muy apasionante. Allí empecé a jugar como un hobby, como esos niños que juegan al fútbol ilusionados. Vivía a media cuadra de una cancha de fútbol y de allí no salía”, recuerda Luis Alberto, quien con 14 años y ya instalado en Caracas tras una decisión familiar, le propuso al reconocido ex futbolista Pedro Febles un partido amistoso contra jugadores de su recién fundada Escuela CEPEF. “Pedro me vio jugando y conversamos, le conté mi historia y me invitó a formar parte de su escuela donde duré un año, él me becó y gracias a Dios fue así porque la verdad no tenía para pagarlo”, reconoce con profundo agradecimiento al entrenador que le abrió las puertas en el fútbol.

 

Luis Martínez fue capitán en el debut internacional

 

“Me sorprendió mucho porque entramos a una oficina y me dio uniformes completos con camisas, shorts, medias y hasta zapatos”, relata uno de sus recuerdos más preciados de Febles, quien estaba acompañado en su escuela por grandes figuras: “Ahí pude conocer a otras glorias del fútbol como Nelson Carrero, Robi Cavallo y Saúl Maldonado, en sus inicios como entrenadores. Gente que me ayudó muchísimo, me brindaron la mano y muchos consejos”.

 

Con 16 años cumplidos pasó a formar parte de las categorías menores del Caracas FC, donde inmediatamente jugó en el equipo de Segunda División, dirigido en aquel entonces por el ex seleccionador Noel Sanvicente, “De “Chita” aprendí mucho deportivamente y extradeportivamente; es una persona que exige mucho en cuanto a disciplina y eso me ayudó”.

 

Formó parte del Deportivo Lara durante el campeonato absoluto

 

La historia no fue de color rosa, a pesar de haber demostrado buenas cualidades en la cancha, “Lucho” no tenía nacionalidad venezolana y en las categorías menores no podían jugar futbolistas extranjeros: “Me dijeron que no contarían más conmigo por el tema de la cédula. Fue muy triste tener que salir no por mi talento sino por no tener documentos legales en el país”.

 

En 2004 obtuvo logró su legalización como venezolano y nuevamente de la mano de Pedro Febles empezó a jugar en UCV, en la Segunda División. Después de una corta pasantía en el equipo universitario, pasó al Nueva Cádiz y posteriormente a Estrella Roja donde fue parte de dos ascensos de la institución antes de llegar al Deportivo Italia en la expansión de la Primera División del balompié criollo.

 

Con Lara vivió grandes momentos

 

Una carrera de Primera

 

“Empecé mi carrera profesional con el Deportivo Italia en 2007 con el entrenador Ángel Raúl Cavalleri. En el año 2008 tuvimos el placer de salir campeones del Torneo Apertura con Eduardo Saragó, que fue mi primer campeonato como profesional y fue un momento muy grato”. Esa experiencia lo prepararía para lo vivido en su siguiente equipo, al que llegó en 2010 después de no lograr un acuerdo económico con la directiva del club.

 

“Decidí irme al Deportivo Lara, al principio estaba Carlos Eduardo Hernández como entrenador, luego llegaron de Colombia Germán “Basílico” González, Arturo Boyacá, Óscar Gil, excelentes profesionales y personas, duré 6 meses con ellos” comenta sobre su inicio con el equipo en el que asegura haber vivido las experiencias más lindas de su profesión. “Llegó Eduardo Saragó al club y quedamos campeones del Apertura y del Clausura. Desde la expansión no había habido otro equipo que ganara los dos torneos sin jugar la final. Tuvimos la oportunidad de jugar Copa Suramericana y Libertadores. Fue un momento muy bonito”.

 

En su paso por Petare FC antes de su lesión

 

Regresó a Caracas y a Petare FC, donde vivió el momento más difícil de su carrera: “El primer año fue muy bueno, tuve un gran torneo. En el segundo año lamentablemente tuve una rotura de ligamento cruzado, me lesioné de la rodilla”.

 

Para el Torneo Adecuación y ya completamente recuperado, se unió al Portuguesa FC: “Ellos venían de tener varios descensos y creo que es un logro que nos mantuvimos en Primera. Cuando me fui al finalizar el Apertura 2016 el equipo estaba fuera de los puestos de descenso”.

 

En Portuguesa FC también fue capitán

 

Pieza clave de la Raza Atlética

 

“Gracias a Dios se me dio la oportunidad de venir al Atlético Venezuela. Cuando llegué me di cuenta que es uno de los clubes top de Venezuela en cuanto a organización, lugar de trabajo y en lo deportivo: tienen cancha y autobús propios, tienen muchos implementos para trabajar, las concentraciones son espectaculares. Tienen un personal administrativo y directivo que trabaja muy bien, nunca falta nada en el club” explica el 24 atlético quien admite estar “Disfrutando de estar en esta gran institución y estoy muy contento de estar aquí”.

 

“Lucho” ha sido un miembro fundamental en lo que ha conseguido la institución en su pasado reciente, y lo que está logrando en la actualidad “Atlético Venezuela nunca había vivido un campeonato tan exitoso como el que tuvimos el semestre pasado, donde clasificamos a la Copa Sudamericana, entonces ya llegando se deja algo sumamente importante”, afirma. “Tuve la oportunidad de encontrarme con un gran entrenador como Alex Pallarés, un excelente entrenador con quien de verdad hicimos un muy buen semestre”.

 

Lucho es una pieza clave de la Raza Atlética

 

“Este año nos encontramos con el debut en la Copa Sudamericana, llegó un cuerpo técnico que también trabaja muy bien, muy preparado, que siempre deja todo para que el jugador mejore día a día” confía el responsable de la capitanía del equipo en su primera participación internacional: “Tuvimos la fortuna de ir a Chile, a enfrentarnos con un equipo muy bueno como Palestino y gracias a Dios pudimos ganar. Tuve mi debut como capitán en el equipo, muy contento por eso”.

 

Las metas están claras: “El objetivo de este Apertura es clasificar al grupo de 8 al final del Torneo y tratar otra vez de meternos en Copas internacionales, creo que es el logro más bonito que puede tener uno como deportista. Por otra parte ya dimos un paso muy importante en la Copa Sudamericana y el otro objetivo que tenemos muy claro es pasar de fase” para lo que, asegura, están enfocados todos los esfuerzos: “Seguir sumando en el torneo local y seguir trascendiendo en la Copa Sudamericana”.

 

La familia lo es todo

 

Como muchos que han dejado su tierra, “Lucho” no ve frecuentemente a gran parte de su gente: “Mi familia materna toda está en Colombia, aquí solo tengo un hermano y una tía, a quienes quiero mucho pero siempre extraño a mi mamá y hermanos que están lejos”, sin embargo formó un hogar que llena su corazón y su rostro de sonrisas: “Tengo la gran fortuna de tener una hermosa familia, mi esposa se llama Wendy Fumero con quien estoy desde marzo de 2009, mis hijos Mathías (6 años) y Mía Victoria (2 años), son mi motor fundamental, mi apoyo incondicional. Cuando estoy contento están ahí, cuando estoy triste siempre están aquí para darme un abrazo al llegar a casa y decirme que no se ha acabado todo, que continúe”, dice, reconociendo que al salir de los partidos suele irse con ellos “a comer y después a casa”.

 

luis-martinez-0406Ese ánimo que recibe de su familia, es siempre retribuido. “Mi esposa se está preparando en el área de belleza, es una excelente maquillista profesional. Ella dice que profesionalmente se dice “maquillista” aunque para mí suena mejor “maquilladora”, cuenta entre risas quien ya se ha dejado ver en publicaciones de las redes sociales siguiendo los consejos para reducir las ojeras que le ha dado Wendy, con quien cumplió 9 años de relación el mismo día del partido contra CD Palestino.

 

Si bien confiesa que le cuesta involucrarse con la cocina, dice que si está motivado, lo hace con gusto: “A veces mi esposa se molesta pero en lo que puedo la ayudo. Cuando estoy motivado trato de sorprenderla con platos buenos que encuentro en internet”. Como buen nacido en Medellín su comida favorita es la bandeja paisa.

 

El amor por su país de nacimiento también se evidencia en sus preferencias musicales: “Me gustan todos los géneros, me gusta mucho la música de mi tierra, que nos identifica como colombianos: la cumbia y un poco de vallenato”. Sin embargo hay momentos en los que prefiere el silencio: “No soy de escuchar música antes de los partidos; soy más de estar concentrado y hablar poco”, revela quien admite tener como virtud ser motivador y como su defecto, “poseer un carácter fuerte”.

 

“Lucho” tiene como premisa lo que todo buen padre de familia debe tener, la alegría y el bienestar de su familia son fundamentales, asegura que ver a sus hijos sonreír es todo para él. “Trato de disfrutar el tiempo libre con mi familia al máximo, aunque sea complicado por el tema de los viajes, las concentraciones. Me encanta estar con mi familia, ellos son mi vida”.

 

 

Álex Pallarés, pura docencia y fútbol

 

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El 15 de diciembre de 1979 llega al hogar de Vincent y Mercedes en Barcelona, España, Alexandre Pallarés Piqué. Cinco años después la familia se muda a la ciudad de Valencia en donde han permanecido desde entonces. Los Pallarés están íntimamente ligados a la docencia, Vincent ha sido maestro de colegio y profesor de instituto, Mercedes también trabajó como maestra. Álex encontró en la dirección técnica una carrera que une la profesión familiar predilecta y el fútbol, su pasión.

 

 

Educación física y psicopedagogía

 

El DT atlético empezó su carrera con 19 años de edad cuando jugaba en el Club Deportivo Onda, un equipo de Tercera División de su pueblo, y una lesión lo alejó de la titularidad por doce meses y el equipo le propone que durante su recuperación, empiece a dirigir: “Entrené un equipo de chicos de 16 años, yo tenía solo tres años más que ellos. Empecé ahí, me gustó y ahí seguí”.

 

Escogió como carrera la educación física en la Universidad Jaume I en Castellón con miras a convertirse en maestro, como sus padres, y asegura que convertirse en entrenador surgió casi por casualidad: “Estaba estudiando, el Villareal hizo las instalaciones deportivas y amplió mucho el número de equipos que tenían en fútbol base así que fueron a la universidad a buscar entrenadores y ahí surgió esa oportunidad”. Su intención en aquel momento no era otra que probar y hacer algo de dinero mientras estudiaba.

 

De aquel día han transcurrido ya 17 años y para Álex todo ha sido aprendizaje. De hecho, al terminar su carrera de educación física, motivado por su trabajo con jóvenes, decidió hacerse licenciado en psicopedagogía, “Que es psicología aplicada a la educación”, explica. “Pensé que me podía aportar un plus como entrenador; una formación futbolística, haber estudiado educación física pero también esos conocimientos psicológicos”.

 

Hoy considera que esa opción resultó ser un acierto: “Quizá esa formación me ayuda sobre todo a empatizar mucho con los futbolistas, ser capaz siempre de ponerme siempre en su posición porque en el fútbol los que juegan siempre están contentos y si se gana, más todavía. Pero luego hay gente que no juega, y tener la capacidad siempre de pensar en ellos y ponerte en su lugar; lo que ellos sentirán, sus sensaciones, sus emociones, es algo que ayuda mucho para poder tener el grupo cohesionado”, explica.

 

 

Una carrera de juventud y crecimiento

 

En menos de veinte años, Álex se ha desempeñado con gran éxito en el fútbol base y la Segunda División. Antes de llegar a Atlético Venezuela dirigió en España, Catar, Rusia y los Emiratos Árabes. De sus experiencias internacionales comenta: “Creo que aportan mucho porque uno conoce su país, conoce su cultura, conoce su futbol y poder trabajar en otros países te ofrece un bagaje muy amplio a nivel cultural, a nivel deportivo, a nivel de organización”.

 

Su paso por el primer equipo que dirigió, el Club Deportivo Onda, fue de dos años. Luego fue fichado por el Villareal en el que durante cinco años trabajó en fútbol base y como segundo entrenador en el equipo B. Posteriormente fue a Catar durante un par de años, allí trabajó en las categorías inferiores de la Selección Nacional. Su regreso a España fue de nuevo de la mano del Villareal: “Dos años más donde compaginé un poco la dirección del fútbol base con entrenar al equipo Sub 18”.

 

Dentro de su país natal también trabajó en el Levante durante una temporada entrenando al equipo Sub 19. Allí recibió la oferta del Rubin Kazan, así que viajó a Rusia donde durante un año coordinó el fútbol base y dos más entrenó al segundo equipo. Su siguiente destino fue el Al-Jazira SC en Abu Dabi donde entrenó por una temporada al segundo equipo antes de aterrizar en Caracas.

 

Considera positivo su paso por diferentes países: “Yo creo que eso te sirve para conocer un abanico más amplio de países, de culturas, de mundos de fútbol, por así decirlo. Y te ayuda a ser mucho más flexible y a poder adaptarte mucho más a los nuevos contextos con los que te puedas encontrar”, dice quien ha dirigido el mejor torneo en la historia de Atlético Venezuela.

 

 

El técnico de Primera

 

“A Venezuela me motiva venir a entrenar en Primera División, eso es lo primero, y ahí muy agradecido al club, al Atlético Venezuela por darme esa oportunidad”, manifiesta Álex al tiempo que añade que también lo animó el reto: “El club fue muy ambicioso, puso unos objetivos muy ambiciosos y eso también me motiva y me hace emprender el viaje de venir para acá”, donde afirma contar con muchas facilidades otorgadas por el club.

 

El trabajo no ha sido en vano: en el Torneo Clausura que ha dirigido, el equipo nacional terminó segundo en la tabla de posiciones, con 35 puntos, razón por la cual no sorprende que la cantidad de trabajo no ha permitido mucho tiempo para conocer el país pero de sus meses en Venezuela el DT resalta: “Sobre todo la calidez de las personas, el trato humano diario es muy bueno, la gente es muy cálida y en ese sentido estamos encantados”.

 

Hablar en plural es necesario pues durante su labor en el Atlético ha estado acompañado de Jordi García Pallás, preparador físico español a quien conoció en el Levante: “A la hora de venir para acá viendo las necesidades del equipo requería un preparador físico pero además también la figura de alguien que tenga una gran formación en la previsión de lesiones y la readaptación final de los jugadores que tienen lesiones y él aunaba todas esas características”.

 

 

De personas y momentos

 

A Jordi lo define como “Un sensacional, magnifico profesional y aquí estamos trabajando juntos, conviviendo juntos y siendo mucho más que compañeros”, un elemento sumamente importante cuando la familia está a tantos kilómetros de distancia: “Llevar la distancia de la familia siempre es complicado porque uno los deja atrás y eso es difícil”. Su esposa, Laura y sus hijos Alexia de seis años y Marc de 11 meses, viven desde España los logros de Álex en Venezuela.

 

Las personas importantes ocupan un lugar especial en su corazón, primero está su familia. En su país natal, además de su esposa, sus hijos y sus padres, también viven sus hermanos; Marc es profesor en la universidad en Castellón, licenciado en filología catalana y comunicación audiovisual, y Eli es licenciada en comunicación audiovisual y periodismo y trabaja en un periódico en Barcelona.

 

Así como con su preparador físico actual ha logrado gran afinidad por ser su apoyo principal en la lejanía de casa, ha sucedido anteriormente con duplas de trabajo: Pepe Pastor, con quien trabajó en Villareal y en Rusia, Juan Luis Delgado, Sergio Navarro, Félix Sánchez. “Hay muchísima gente con la que he podido trabajar; gente muy válida, muy formada, muy buenas personas y que me han hecho estas experiencias muchísimo más fáciles”, recuerda.

 

La memoria no le falla cuando busca los momentos más emblemáticos de su carrera: el ascenso de un equipo juvenil en Villareal, la unión entre el primer y segundo equipo en el Rubin Kazan cuando disputaron la Europa League son algunos de ellos, pero resalta los que considera los mejores: “Sin duda es cuando ves futbolistas con los que has trabajado y les has intentado ayudar y han podido llegar al éxito y los ves ahí triunfando, como Santi Cazorla, Bruno Soriano. Reconforta mucho ver que esos jugadores llegan al éxito y si alguna vez hablas con ellos, te agradecen que los hayas podido ayudar en un determinado momento”.

 

Álex utiliza su tiempo libre en mantener la cercanía con la familia, para lo que las videollamadas son de gran utilidad. También disfruta ver películas; El nombre de la rosa es su favorita. En cuanto a actores, admira a Morgan Freeman y es seguidor del trabajo de Clint Eastwood como director.

 

Con la música no tiene preferencia aunque confiesa que cuando era más joven se inclinaba por el rock y le gustaba la banda Los Suaves. Con la comida no se lo piensa dos veces; si puede elegir, comerá Fideuá.

 

El deporte es evidentemente importante, de chico fue seguidor del Barcelona: “En mi familia era prohibido no ser del Barcelona”, pero después de su trabajo en el Villareal asegura que le tiene mucho aprecio. También es seguidor del básquet y el balonmano pues considera que son disciplinas muy emocionantes.

 

La lectura ha sido pilar de su formación, La trama de la vida de F. Kapra es su libro favorito y su sueño es seguir trabajando en el fútbol por muchos años más: “Es lo que nos gusta, nos apasiona y simplemente poder seguir trabajando en el mundo del fútbol ya es para sentirnos afortunados y ese es el único objetivo”.

 

La importancia de su familia es evidente cuando concluye que lo que le alegra es saber que ellos están bien, los momentos más preciados de su vida fueron los nacimientos de sus hijos y al responder quién es la persona que admira, no titubea al decir: “A mi mujer”.